En la sociedad, la sexualidad femenina ha desempeñado hasta ahora un papel subordinado, sin embargo, cada vez más relevante. Desde un punto de vista cultural, la sexualidad fue un gran tema tabú hasta la década de 1960. Nadie hablaba de sexo, y mucho menos de sexualidad femenina.
Como resultado, todavía conozco a muchas mujeres hoy que no han sido informadas: la mayoría de ellas pertenecen a la generación actual de abuelos y bisabuelos. A su vez, les resultó difícil iluminar repentinamente a sus hijos.
Como resultado de lo mencionado con anterioridad, gran parte de la generación actual de padres estuvo muy poco informada, o no informada. Estos padres actuales, a su vez, tienen problemas para educar a sus propios hijos.
En torno a la sexualidad de las mujeres existen aún más sombras que luces. Mientras que a los hombres se les vende una idea de sexo explosiva (casi una necesidad vital), lo primero que saben las mujeres sobre el tema es que “les va a doler”; de manera que aprenden a normalizar ese dolor sin contemplar alternativas como el sexo sin penetración, el apoyo en la lubricación o la prolongación de la situación previa de placer para disminuir la posibilidad de molestia.

El mito de que el dolor en los procesos físicos femeninos es normal, ha conllevado a una aceptación del dolor como seña de identidad femenina, la cual tiene un enorme peligro, ya que pone en juego la salud física, mental y emocional. Sobre el peligro de esta normalización, podríamos decir: mientras que los hombres tienden a referirse al mal sexo para hablar de parejas pasivas o experiencias aburridas, las mujeres lo definen como sexo que involucra coacción, incomodidad emocional o dolor físico.
Más de cincuenta años después de la revolución sexual, y aun habiendo conseguido derribar una buena parte de tabúes y de restricciones asociadas a la moral; la sociedad continúa condicionando a las mujeres de múltiples formas para tolerar e ignorar situaciones sexuales que les provocan dolor, incomodidad e incluso peligro.
Diferentes estudios muestran que un 51,3% de las mujeres afirman tener dificultades para expresar incomodidad o disgusto mientras practican sexo. De estas, un 67% las tiene incluso cuando su pareja sexual es de confianza.
Estos resultados concuerdan con datos previos: investigadores del London School of Hygiene and Tropical Medicine concluyen en un estudio a 130 adolescentes de 16 a 18 años, que el sexo anal es generalmente “doloroso, arriesgado y coercitivo” para las mujeres. Loofbourow recoge las conclusiones de un estudio estadounidense sobre el dolor sexual que indica que un 30% de las mujeres afirman sentir dolor durante el sexo vaginal, y un 70% durante el sexo anal. Sin embargo, un elevado número no cuenta a sus parejas cuando el sexo les duele.
Estos datos nos tienen que servir para hacer un “alto” y definitivamente invitar a las mujeres y a sus parejas, a que busquen la ayuda profesional necesaria para minimizar las incomodidades que puedan presentar de cara a las relaciones sexuales.
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